lunes, 1 de diciembre de 2008

¿Por qué defender la libertad de expresión guarra?

Esto va a ser un poco largo. Mis disculpas. Tenía intención de hablar de otras cosas, pero empecé a escribir esta respuesta por la mañana y he acabado entusiasmándome.

Tengo algunas preguntas acerca del caso Handley. ¿Qué hace que el lolicon sea algo que merezca la pena defender? El yaoi, tal y como yo lo entiendo, no es necesariamente porno infantil, pero el lolicon va sobre la sexualización de niñas prepúberes, ¿no? Y ¿no ha habido un montón de estudios psicológicos dignos de crédito que dicen que si encuentras una colectividad que apoye determinado fetichismo, creencia o comportamiento, es más probable que te dejes llevar por estos? Esa es la razón por la que los movimientos sociales son tan importantes para los grupos oprimidos minoritarios (es decir, todo lo que va desde una comunidad fetichista hasta el liberalismo libertario de libre mercado) y la razón por la que NAMBLA (North American Man/Boy Love Association, "Asociación norteamericana por el amor entre hombres y niños") da tanto, tanto miedo (son, en esencia, un grupo de apoyo a violadores de bebés.)

La pregunta, a mi juicio, es: incluso si solo salvamos a UN niño de una violación o intento de violación, o incluso simplemente de un montón de abrazos incómodos de su asqueroso Tío Dave, ¿no merece la pena ahorrarse un par de cuerpos desnudos en un cómic por eso? Después de todo, es más que posible insinuar y discutir estos temas (por ejemplo, si alguien pierde su virginidad a los 14 años y decide escribir un cómic sobre ello) sin poner de ilustración una imagen enorme de una vagina de 14 años mientras la penetran. También pienso que hay un abismo entre la historia de Sandman que representa la violación de una niña como la horripilación que es (y creo que además acaba con la horrible muerte del pervertido, ¿no es así?) y retratar una violación infantil como algo sexy y excitante. Creo que también hay una diferencia entre el reconocimiento de la sexualidad infantil y la pornografía infantil creada para adultos. ¿En qué lugar del espectro se encuentra el lolicon? Y, una vez más, ¿por qué piensas tú, personalmente, que debería defenderse?

Gracias por leer mi disquisición y por ser tan accesible para nosotros los lectores y estar comprometido con cosas como el Fondo para la defensa legal de los cómics (Comic Book Legal Defense Found, CBLDF). La mayoría de las veces son una organización fantástica, pero de veras que con este caso estoy nadando entre dos aguas...

Jess

Déjame ver si puedo sacarte del agua, un poquito. Me temo que esta va a ser una larga y probablemente algo farragosa respuesta: un credo, y cómo llegué hasta él.

Si aceptas (y yo lo hago) que la libertad de expresión es importante, vas a tener que defender lo indefendible. Eso significa que vas a defender el derecho de la gente a leer, o escribir, o decir aquello que tú no dices o que no te gusta o no quieres que se diga.

La Ley es un arma enorme y roma que no hace ni hará distinciones entre lo que para ti es aceptable y lo que no lo es. Así es como se hace la Ley.

La gente que trabaja en el arte descubre dónde están los límites de la libertad de expresión cuando los traspasan y se meten en apuros.

LOST GIRLS ("Niñas perdidas"), de Melinda Gebbie y Alan Moore, tiene varios cientos de páginas. (Publiqué la reseña completa que escribí para Publishers Weekly aquí). Mientras describía el libro, decía:

La frontera entre pornografía y literatura erótica es ambigua y cambia dependiendo de dónde se encuentra uno. Para algunos quizás es una cuestión de qué es lo que nos excita (mi literatura erótica, tu pornografía), para otros la distinción tiene que ver con la clase (es decir, la literatura erótica es pornografía para gente rica). Puede que también tenga algo que ver con los medios de distribución: la pornografía de Internet es indiscutiblemente porno, mientras que una publicación eduardiana, en papel color crema, comprada por entendidos, fascículos encuadernados en costosos volúmenes, tiene que ser literatura erótica.

y continuaba diciendo:

Es el tipo de obscenidad a la que no le resultaría difícil demostrarle a un fiscal excesivamente entusiasta su validez artística indiscutible más allá del simple derecho de existir que le otorga la Primera Enmienda.

Que era la clase de cosa que pones en una reseña sospechando que puede que su propósito real sea convencer a un fiscal de que el caso está perdido de entrada, y de que no se preocupe.

En las diversas variantes de la sexualidad que aparecen en Niñas perdidas encontramos contenido en que figuran personajes de ficción que están por debajo de la edad de consentimiento actual. Es una historia que trata sobre despertares sexuales, después de todo, y pocos de nosotros despiertan precisamente en su décimo octavo cumpleaños (o cualquiera que resulte ser la edad de consentimiento o de representación donde tú vives). En un momento dado nos encontramos leyendo un libro dentro de un libro, una fantasía beardsleyesca en la que personajes de ficción comentan el hecho de que son líneas trazadas sobre papel, fantasías metaficcionales, mientras tienen relaciones sexuales incestuosas siendo menores de edad. Es arte, y es genial, y te hace pensar sobre qué es el porno y qué es el arte, y dónde están las fronteras.

La Ley es un instrumento romo. No es un escalpelo. Es una porra. Si hay algo que consideras injustificable y hay algo que consideras justificable y las mismas leyes pueden eliminar ambas cosas, vas a tener que sorprenderte a ti mismo defendiendo lo indefendible.

Yo nací el día en que concluyó el juicio Lady Chatterley en Inglaterra, el día en que se decidió que El amante de Lady Chatterley, con sus tacos, su sodomía y su sexo explícito entre clases, era apto para su publicación y para ser leído en una edición barata que pudiera leer la gente pobre y la servidumbre. Esta era la misma Inglaterra en la que, algunos años antes, el fiscal general había amenazado con procesar al catedrático F. R. Leavis si mencionaba siquiera el Ulises de James Joyce en clase (el fiscal era Archibald Bodkin, quien también prohibió El pozo de la soledad), una Inglaterra en la que, cuando yo tenía 16 años y escuchaba a los Sex Pistorls, el editor de la publicación Gay News fue sentenciado a prisión por el delito de blasfemia criminal, por publicar un poema erótico que incluía una fantasía sobre Jesús.

Cuando estaba escribiendo Sandman, hará unos 18 años, se me había ocurrido que el Marqués de Sade sería un excelente personaje para mi historia sobre la Revolución Francesa (me encantaba el hecho de que en aquella época él era un gordito asmático, encarcelado por negarse a sentenciar a muerte a la gente) y me di cuenta de que, si iba a incluirlo en mi historia, debería leer sus libros en lugar de comentarios sobre ellos. Descubrí que, en esa época, las obras de Sade se consideraban obscenas y no estaban disponibles en Reino Unido, y que las aduanas de Reino Unido las habían declarado no importables. Las compré en Borders la siguiente vez que estuve en Estados Unidos y las pasé por la aduana con cara de culpabilidad. (Ahora se pueden adquirir obras de Sade en Reino Unido. La llegada del porno por Internet supuso que la policía dejó de perseguir cosas como esa.)

La primera vez que me involucré en la recaudación de fondos para promover la libertad de expresión de los cómics fue a finales de 1983 o principios de 1984: la editorial Knockabout Comics estaba librando una de sus frecuentes batallas con las aduanas de Reino Unido acerca de lo que se podía y lo que no se podía importar a Reino Unido. Algunos cómics contenían palabras malsonantes, sexo o consumo de marihuana, y las aduanas de Reino Unido confiscaban cualquier cómic que no les gustara y a menudo otros cómics de la misma remesa, forzando así a Knockabout a lidiar con largos y costosos pleitos para recuperar sus cómics. (Recuerdo el escándalo de cuando, en 1996, Knockabout importó algunos libros de Robert Crumb para acompañar un importante documental de la BBC TV sobre Crumb, y las aduanas de Reino Unido confiscaron los libros, obligándoles a entrar en otro pleito. Estoy bastante seguro de que fue a causa de alguna obra autobiográfica de Crumb que contenía dibujos de fantasías sexuales que incluían a personajes menores de 18 años. Como dijo Tony Bennett, de Knockabout, en una entrevista reciente, "El otro pleito fue contra las Aduanas y Arbitrios de Su Majestad en 1996 a causa de los cómics y las imágenes sexuales explícitas de Robert Crumb. Lo ganamos también de forma arrolladora y Aduanas tuvo la amabilidad de escribirme después del pleito estableciendo una lista de aquellos actos sexuales que podrían mostrarse en un cómic. La verdad es que no lo he enmarcado, pero es un documento precioso".)

La primera vez que de hecho estuve cerca de mandar a un editor a prisión por algo que yo había escrito fue alrededor de 1986 ó 1987, debido a Outrageous Tales From The Old Testament ("Cuentos atroces del Antiguo Testamento"), publicado por Knockabout: había vuelto a contar una historia del Libro de los Jueces que contenía una violación y un asesinato, y se consideró que esto había contravenido la ley sueca por representar imágenes de violencia contra mujeres. El pleito solo se ganó cuando la defensa señaló que las palabras eran de la versión de la Biblia del Rey Jacobo y que las imágenes eran una representación justa de las mismas...

(Para aquellos de vosotros que lleváis un poco flojo el Libro de los Jueces, aquí tenéis una versión online de la escena de la Biblia que causó la acusación.) [Aquí en español.]

Estaban pasando un momento agradable, cuando los hombres de la ciudad, gente pervertida, rodearon la casa y comenzaron a golpear la puerta, diciendo al anciano dueño de casa: "Trae afuera al hombre que entró en tu casa para que tengamos relaciones con él".

Pero el dueño de casa se presentó ante ellos y les dijo: "No, hermanos míos, no obren tan perversamente, porque ese hombre es mi huésped. ¡No cometan esa infamia! Yo tengo a mi hija, que es virgen: se la traeré afuera, para que ustedes abusen de ella y la traten como mejor les parezca. Pero no cometan semejante infamia con ese hombre".

Sin embargo, ellos no quisieron escucharlo. Entonces el levita tomó a su concubina y la llevó afuera. Los hombres se aprovecharon de ella y la maltrataron toda la noche hasta la madrugada, y al amanecer, la abandonaron. La mujer llegó de madrugada y se cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido. Allí quedó hasta que fue el día.

Por la mañana, su marido se levantó, abrió la puerta de la casa y salió para continuar su camino. Al ver a la mujer, su concubina, que estaba tendida a la puerta de la casa, con la mano sobre el umbral, le dijo: "Levántate, vamos". Pero no obtuvo respuesta. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y emprendió el camino hacia su pueblo.

Cuando llegó a su casa, tomó el cuchillo y partió en doce pedazos el cuerpo de su concubina. Luego los envió a todo el territorio de Israel.

Y en todos los casos que he mencionado hasta ahora se podría reescribir la carta de Jess que aparece al principio, explicando que solo los pervertidos querrían leer Lady Chatterley, o ver imágenes de mujeres mientras abusan de ellas, o leer Niñas perdidas o las obras de Robert Crumb, y mencionando que si tan solo una persona se salvara de un abrazo de su asqueroso tío o, incluso, de ser violada por la calle, valdría la pena prohibirlo o procesar a aquellos que lo escriben, dibujan, editan, venden o (ahora) poseen. Porque ese era el punto de vista de la gente que prohibió estas obras o impidió que la gente las leyera. Pensaron que estaban haciendo algo bueno. Pensaron que estaban defendiendo a otras personas de algo de lo que necesitaban que se las protegiera.

Me encantó venir a Estados Unidos en 1992, fundamentalmente porque me encantaba la idea de que la libertad de expresión era primordial. Todavía es así. Con todos sus defectos, Estados Unidos tiene Libertad de Expresión. No te pueden arrestar por decir cosas que al Gobierno no le gustan. Puedes decir lo que quieras, escribir lo que quieras, y el remedio para cuando alguien dice o escribe o enseña algo que te ofende es no leerlo, o denunciarlo. Me encantaba el hecho de que podía leer y formarme mi propia opinión sobre algo.

(Merece la pena señalar que Reino Unido, por ejemplo, no cuenta con una ley semejante, y que incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado que interferir en la libertad de expresión es "necesario en una sociedad democrática" con el fin de garantizar "el derecho de los otros" a la protección frente a innecesarios insultos a su sensibibilidad religiosa".)

Así que cuando Mike Diana fue procesado (y declarado culpable) por obscenidad a causa de los cómics de su fanzine "Boiled Angel" y sentenciado a un sinfín de cosas, incluyendo (si la memoria no me falla) una sentencia a tres años en libertad condicional, una multa de tres mil dólares, la prohibición de estar en la misma habitación que cualquier menor de 18 años, más de mil horas de trabajo comunitario, y se le prohibió dibujar ninguna otra cosa obscena, para lo que a la policía local se le ordenó que realizara inspecciones en el acto y sin previo aviso las 24 horas para asegurarse de que Mike no estaba perpetrando Arte a altas horas de la madrugada... Ese fue el momento en el que decidí que yo sabía lo que era obsceno, y era procesar a los artistas por tener ideas y trazar líneas sobre papel, y supe que iba a hacer todo lo que pudiera para apoyar al Fondo para la defensa legal de los cómics. Si yo aprobaba o apreciaba lo que hacía Mike Diana era absolutamente irrelevante. (Para que quede constancia, no me gustaban los textos de Boiled Angel, pero sí los cómics, que tenían un toque personal y una fuerza cruda. Y en alguna parte de la creciente colección de revistas del sótano tengo los números 7 y 8 de Boiled Angel, que leí entonces para averiguar qué era lo que estaba siendo procesado, y por cuya posesión supongo que ahora podría ser arrestado...)

La primera vez que el CBLDF hizo algo para defender uno de mis cómics se trataba del cómic Muerte habla de la vida que estaba al final de MUERTE: EL ALTO COSTO DE LA VIDA, en el que vemos a Muerte poniendo un preservativo en una banana y hablando sobre cómo no quedarse embarazada, ponerse enfermo o morir. La Jefe de Policía de (si la memoria no me falla) Jacksonville, Florida, ordenó a una tienda de cómics que no lo vendiera porque pensaba que era obsceno y fomentaba el sexo entre adolescentes. En este caso, bastó una carta del consejero legal del CBLDF, Burton Joseph, para el Departamento de Policía de Jacksonville en la que explicaba el concepto de la Primera Enmienda (y de ahí se deducía que existía una organización preparada para defender estas cosas) así que cerraron la boca y se marcharon. (En eso consiste la mayor parte de la actividad del CBLDF: gestos pequeños y discretos que previenen que las amenazas a tiendas o a creadores lleguen nunca al juzgado.) Desde el punto de vista de la jefe de policía, Muerte habla de la vida era obsceno. Quería sacarlo de las estanterías. Quería que la gente estuviera protegida de él.

En este caso es obvio que tú has leído lolicon, y yo no. No sé si escribes por propia experiencia ni si por leerlo te has sentido incitada personalmente a violar a niños o a dar abrazos poco apropiados. (Imagino que no. Imagino que Chris Handley, con su enorme colección manga, tampoco. He leído libros que aseguraban que estar expuesto al porno da lugar a violaciones, pero no he visto evidencia estadística alguna de que el porno dé lugar a violaciones, y sí que he leído afirmaciones de que la disminución del número de violaciones en Estados Unidos puede deberse a una mayor accesibilidad al porno. Francamente creo que es una falacia por lo que se refiere a la Primera Enmienda, y dejaré que sean otros quienes discutan sobre ello.) Con todo, parece que quieres que se prohíba el lolicon y que se persiga a la gente por poseerlo, y yo no. Preguntas qué hace que merezca la pena defenderlo y la única respuesta que puedo dar es esta: la libertad para escribir, la libertad para leer, la libertad para poseer material que uno cree que merece la pena defender implica que habrá que defender cosas que uno no cree que merezca la pena defender, incluso cosas que uno encuentra de un decidido mal gusto, porque las leyes son grandes instrumentos romos que no distinguen entre lo que te gusta y lo que no, porque los fiscales son humanos y guardan rencor y luchan por ser reelegidos, porque lo que para una persona es obscenidad es arte para otra.

Porque entonces, cuando vienen a por las cosas que te gustan, ya has perdido.

El CBLDF defenderá el derecho que te da la Primera Enmienda como adulto a trazar líneas sobre papel, dibujar, escribir, vender, editar o poseer cómics.

Y eso es lo que hace que merezca la pena defender la clase de trabajo que no te gusta, o no lees, o que no sientes que tenga valor artístico o puntos a favor. Porque las mismas leyes defienden las cosas que te gustan y las cosas que te parecen guarras, dondequiera que resulte estar tu línea que separa lo guarro de lo que no lo es: la ley es un gran instrumento romo que no hace distinciones sutiles, y porque solo te das cuenta de lo maravillosa que es la libertad de expresión absoluta el día en que la pierdes.

(Y que se entienda que creo que la pornografía infantil y la explotación de niños reales para el porno o por sexo es absolutamente vil e inmoral, porque hay niños reales que están sufriendo un daño directo. Y también que pienso que procesar como pornógrafos infantiles a dos chicos de 16 y 17 años, que están legalmente capacitados para tener relaciones sexuales, porque se hicieron una fotografía erótica y se la enviaron el uno al otro es un error absoluto y descabellado, y un buen ejemplo de que la ley es un instrumento romo.)

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